martes, 12 de junio de 2018

Croquetas (de la tía Sagrario)


En estos últimos tiempos, nos bombardean los medios con tendencias alimentarias de misteriosa denominación: “”convenience food”, “slow food”, “trashcooking” y “realfooding”, entre otras. Buscando información más específica sobre todo ello, me encuentro con que comprar en el mercado de toda la vida, utilizar alimentos de temporada y autóctonos, aprovechar las sobras de los guisos para elaborar otros nuevos, y optar por alimentos frescos en vez de procesados, ya no es lo natural, sino una mera “moda” vendida como algo excepcional.
Me aterra pensar cuánto habrán cambiado las costumbres alimenticias para que así se considere. Si mi tía levantara la cabeza y lo viera… En fin. Por eso hoy quiero dedicarle a su recuerdo… sus propias croquetas. Y de paso, explicar que no se tarda tanto en elaborarlas, que un poco de harina, dos huevos y un resto de comida de otro día nunca pueden ser más caros, ni menos sanos, que unas croquetas congeladas o preparadas de manera industrial.
INGREDIENTES

100 gramos de harina

Media pechuga de pollo asado, sin piel, picada a cuchillo. (Yo siempre guardo media pechuga para hacer croquetas cuando preparo pollo asado para comer.

Medio litro de leche mezclada con salsa del asado de pollo, (que será más o menos medio vaso). Ambas cosas deben sumar medio litro.

80 gramos de mantequilla.

Una loncha de jamón curado cortada en taquitos muy pequeños (tamaño lentejas).

Sal y nuez moscada.

ELABORACIÓN

Lo primero que hago es calentar la leche junto la salsa y la mantequilla, hasta que ésta se derrita. No debe hervir.

Mientras tanto, en una sartén amplia pongo la harina y, en seco y con fuego moderado, le doy vueltas con una cuchara o espátula, para que se tueste un poco. Con un minuto basta; se trata de que pierda el sabor a harina cruda. A mi abuela le gustaba llegar a un color marfil, pero creo que no es necesario, aunque va en gustos.

Pasado ese tiempo, voy añadiendo poco a poco el licuado caliente y removiendo sin parar, para que se vaya formando la bechamel. Cuando ya no quede líquido en la sartén, la aparto y añado un poco de sal (habrá que probar y rectificar el punto cuando le ponga el jamón) y nuez moscada rallada (una pizca, la punta del cuchillo basta). Después, añado la carne de pollo desmenuzada y el jamón.  Pruebo y rectifico de sal si hace falta. Extiendo la bechamel en un recipiente y lo cubro con film plástico para que no se forme costra superior. Lo dejo templar y posteriormente lo enfrío en el refrigerador. (Sin congelar, por descontado).

Formo las croquetas y las paso por pan rallado, huevo batido y pan rallado de nuevo.

En esta bandeja hay croquetas de dos tamaños; las grandes son de huevo cocido. 

Me gusta enfriarlas en el refrigerador antes de freírlas (aceite muy caliente y de tres en tres), para que el pan quede más crujiente.

Si llenamos la sartén de croquetas, el aceite se enfriará y pueden reventar, es mejor freírlas, como he dicho, de tres en tres.

Para congelarlas, las coloco en fila en una bandeja que me quepa en el congelador y ahí las meto durante una hora. Después ya las introduzco en una bolsa y las dejo dentro hasta que quiera consumirlas. 


 
 PD: Quien dice “pollo”, dice “restos del cocido”, o “pescado que haya sobrado de una cena”, o “huevo cocido”, o “espinacas”, o simplemente “frutos secos y tostados”. Si hay algo versátil y agradecido, son unas croquetas. Sin modas. Sin tendencias. Croquetas.


4 comentarios:

  1. ¡Ya me he copiado la receta! Pero en casa sólo me gustan a mí así que ya sabes que hacerme cuando vaya a verte...😀

    ResponderEliminar
  2. Seguro que están para chuparse los dedos!

    ResponderEliminar
  3. A ver si cuando nos veamos, te puedo llevar unas poquitas. ¡¡Besazos, mi tortu!!

    ResponderEliminar