domingo, 14 de marzo de 2021

El cielo de colores

 No pude despedirme, Marta mía.

Te fuiste sin mi abrazo, sin mi adiós.

¡Cuánto, cuánto y cuánto  te quería!

¡Cuán unidas, solo lo sabías vos!

 

Te has llevado un pedazo de mi alma.

Sin tu risa, nunca amanecerá igual.

No puedo digerir esto con calma.

¡Te has marchado de una manera brutal!

 

Quiero pensar que te recibió Miguel,

que intercambiáis bodegones de flores,

que retratas a los ángeles junto a él,

 

que os entendéis ambos de mil amores,

que habláis sobre arte y compartís pincel

y que habéis pintado el cielo de colores.




sábado, 6 de marzo de 2021

Bienvenido, otoño.

La mañana, fresca después de la lluvia, demandaba una rebeca para salir al exterior. Mi madre decía que no existía frío más ingrato que el de los hombros desnudos. Quizá iba siendo hora de ir guardando la manga corta. El membrillero parecía partirse bajo el peso de los frutos, que tardarían todavía semanas en estar maduros. La hierbabuena vivía una segunda juventud después de haber sido podada de flores espigadas por mí, y su dulce perfume se mezclaba con el petricor. El otoño es una muerte lenta y silenciosa.

“Petricor” era un término mitológico y al tiempo inmerecido para describir el profundo aroma que emanaba de la tierra mojada. De no ser porque solamente quedaba sobre el suelo humedad y podredumbre tras la tormenta, habría atrapado gustosamente entre mis brazos un centenar de hojas caídas para lanzarlas de nuevo por los aires, como hiciera decenas de veces cuando era niña.

No quise barrer; me gustaba mirar la ocre alfombra desde la ventana; ya habría tiempo. El sol salía tímidamente y unos tenues rayitos me acompañaron hasta la bodega. Una vez allá, vacié de agua las damajuanas que acostumbrábamos a reservar durante todo el verano. Esta provisión serviría para afrontar los cortes de suministro con que la compañía de aguas gustaba de sorprendernos en periodos de sequía. La afluencia de turistas estivales era provechosa para la región, qué duda cabe, pero no el consumo desmedido del líquido elemento, por mucho calor que hiciera en verano. El derroche descontrolado nos dejaba, en no pocas ocasiones, sin gota de agua en el grifo a los residentes.

En otoño, por suerte, no haría falta guardar agua. Lavé bien las botellas y las puse a secar, dentro de sus propios cestos, bajo el sutil pero templado Sol durante un buen rato; rato que aproveché para otros menesteres. Las damajuanas se mudarían al salón para pasar el invierno con una función meramente decorativa, pues eran bellas de por sí. Llamaban la atención con su mera presencia.

Bajé las mantas finas del altillo y las dispuse bien dobladas bajo la mesa de centro. Retiré también las flores semimarchitas de los jarrones y los llené con unas espigas de avena, junto a unos tagetes secados previamente al fuego abrasador de agosto.

El salón comenzaba a parecer la cálida estancia otoñal que añoraba desde meses atrás. Solo faltaba meter la maceta con el ficus que, delicado con los fríos, pedía su sitio junto a la ventana, para no perderse el sol de invierno que tanto agradecía.

Entraba mi hijo en casa, camino de la huerta a la cocina, con un manojo de remolacha en una mano y una calabaza mediana en la otra, y con cara de entusiasmo. Disfrutaba su afición de hortelano y comparaba arrancar una cebolla con pescar una gran trucha; un premio a la paciencia y dedicación invertidas que, después, revertía en el plato como alimento de dioses.

Mi cabeza comenzó a centrifugar buscando recetas de remolacha y calabaza en el recuerdo. Tocaba también cambio de tercio en la cocina, de donde pronto emanarían aromas a puchero y dulce de membrillo. Me sorprendería muchas tardes rebuscando recetas nuevas en mi desgastado libro de Simone Ortega, que nunca me defraudaba y convertía los fogones en mi pasatiempo favorito cuando ya apretara el frío en el jardín y el viento cerrara puertas de golpe si dejábamos ventanas abiertas por inercia veraniega.

Todo ello en conjunto nos recordaría que el otoño había vuelto para quedarse durante una buena temporada. Bienvenido.