viernes, 30 de marzo de 2018

La última mirada


Es durante este período de Semana Santa, cuando las estadísticas de abandono de mascotas se disparan. Un animal no es un juguete. Cuando se convive con él, se crean lazos de afecto que ellos saben corresponder si están bien cuidados. Escribí hace tiempo este pequeño relato en homenaje a todas mis mascotas. El momento del sacrificio compasivo  de un animal sufriente es muy duro, pero el duelo compensa todos los años de cariño compartido.


Si entendieras por qué te duele, te dejaríamos elegir.
Si pudieras optar por finalizar tu vida cuando quisieras, nos posibilitarías calmarte ese dolor y mimarte hasta tu último suspiro, y permitiríamos que  pudieras vivir tu último trecho disfrutando de nuestra compañía.

Nos quieres. Lo veo en tu mirada que me habla de impotencia, que nos pide ayuda, que nos exige una explicación a tu padecimiento, que nos implora clemencia, y que nos acusa de tener nosotros, y no tú, la última palabra. Tus pupilas fijas me hacen preguntarme si tendrás consciencia de muerte, si sabrás lo que va a suceder hoy, si nos estarás agradeciendo o maldiciendo. Creo que por primera vez no sé entenderte. Y me duele en el alma, porque tampoco sé explicarte.

No somos Dios, y no es fácil, créeme, tomar la decisión que debería tomar quien supuestamente te creó. Pero pienso que Él se ha olvidado de ti  permitiendo tu angustia.
Y no podemos verte sufrir. No podemos presenciar cómo te esfuerzas en ponerte en pie inútilmente, cómo gimes cuando te tocamos, cómo nos llamas cuando nos alejamos y te ves incapaz de seguirnos.
¿Es un acto egoísta? ¿Es nuestro sufrimiento, o el tuyo, el que queremos suprimir? La culpa y la tristeza nos pueden.

Perdóname. Deja, por favor, pese a que vayamos a firmar tu sentencia final, que te demos las gracias por habernos dado tanto durante todos estos años. Ya eres anciano. Has vivido mucho e intensamente. Ojalá pudieras comprender que llegar a viejo siendo dichoso, como lo has sido tú, es una gran alegría. Dios se equivocó otorgando al perro tan pocos años de existencia; tú merecías vivir más que muchas personas que sólo han vivido para hacer daño.

Te queremos mucho. Te hemos querido mucho, nos has enseñado mucho, nos has consolado mucho, nos has abrigado mucho; nos has comprendido, desde tu perruno entendimiento, mucho. Mucho. Muchísimo.
Compréndenos una vez más. Sólo esta vez: la última. Dame la patita, como yo te enseñé. Apoya tu belfo en mi regazo, quiero sentir por última vez tu calorcito y tu aliento tibio.

En unas horas, tu padecimiento habrá terminado, y yo me quedaré sosteniendo tu mirada en mi mente, tu última mirada, esa que reserváis para el último instante y que tanto hiere. No sé si en el Más Allá, si es que existe, nos juzgarán por esto. Aceptaría gustosa cualquier condena, te prometo que lo único que quiero es que acabe tu penar, y darte de nuevo la dignidad que este canalla y acinésico mal te está robando ahora.

El caso, ¿sabes? es que lo hemos tenido que hacer más veces, y nunca nos acostumbramos.
Descansa en paz.  Has sido un buen perro, y una gran persona.


No hay comentarios:

Publicar un comentario