Es durante este período de
Semana Santa, cuando las estadísticas de abandono de mascotas se disparan. Un
animal no es un juguete. Cuando se convive con él, se crean lazos de afecto que
ellos saben corresponder si están bien cuidados. Escribí hace tiempo este pequeño relato en
homenaje a todas mis mascotas. El momento del sacrificio compasivo de un animal sufriente es muy duro, pero el
duelo compensa todos los años de cariño compartido.
Si entendieras por qué te duele, te dejaríamos elegir.
Si pudieras optar por finalizar tu vida cuando quisieras, nos
posibilitarías calmarte ese dolor y mimarte hasta tu último suspiro, y permitiríamos
que pudieras vivir tu último trecho
disfrutando de nuestra compañía.
Nos quieres. Lo veo en tu mirada que me habla de impotencia, que nos pide
ayuda, que nos exige una explicación a tu padecimiento, que nos implora
clemencia, y que nos acusa de tener nosotros, y no tú, la última palabra. Tus
pupilas fijas me hacen preguntarme si tendrás consciencia de muerte, si sabrás
lo que va a suceder hoy, si nos estarás agradeciendo o maldiciendo. Creo que
por primera vez no sé entenderte. Y me duele en el alma, porque tampoco sé
explicarte.
No somos Dios, y no es fácil, créeme, tomar la decisión que
debería tomar quien supuestamente te creó. Pero pienso que Él se ha olvidado de
ti permitiendo tu angustia.
Y no podemos verte sufrir. No podemos presenciar cómo te esfuerzas
en ponerte en pie inútilmente, cómo gimes cuando te tocamos, cómo nos llamas
cuando nos alejamos y te ves incapaz de seguirnos.
¿Es un acto egoísta? ¿Es nuestro
sufrimiento, o el tuyo, el que queremos suprimir? La culpa y la tristeza nos
pueden.
Perdóname. Deja, por favor, pese a que vayamos a firmar tu sentencia
final, que te demos las gracias por habernos dado tanto durante todos estos
años. Ya eres anciano. Has vivido mucho e intensamente. Ojalá pudieras
comprender que llegar a viejo siendo dichoso, como lo has sido tú, es una
gran alegría. Dios se equivocó otorgando al perro tan pocos años de existencia;
tú merecías vivir más que muchas personas que sólo han vivido para hacer daño.
Te queremos mucho. Te hemos querido mucho, nos has enseñado mucho,
nos has consolado mucho, nos has abrigado mucho; nos has comprendido, desde tu
perruno entendimiento, mucho. Mucho. Muchísimo.
Compréndenos una vez más. Sólo esta vez: la última. Dame la
patita, como yo te enseñé. Apoya tu belfo en mi regazo, quiero sentir por
última vez tu calorcito y tu aliento tibio.
En unas horas, tu padecimiento habrá terminado, y yo me quedaré
sosteniendo tu mirada en mi mente, tu última mirada, esa que reserváis para el
último instante y que tanto hiere. No sé si en el Más Allá, si es que existe, nos
juzgarán por esto. Aceptaría gustosa cualquier condena, te prometo que lo único
que quiero es que acabe tu penar, y darte de nuevo la dignidad que este canalla
y acinésico mal te está robando ahora.
El caso, ¿sabes? es que lo hemos tenido que hacer más veces, y
nunca nos acostumbramos.
Descansa en paz. Has sido
un buen perro, y una gran persona.
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