No
sonaron mil campanas
ni
cantaron ruiseñores.
No
fue igual, ni fue distinto
el
reencuentro deseado.
Aunque
apretaran las ganas,
los
nervios y la impaciencia
por
volver a emborracharme
del
maná de tu mirada,
de
tu risa deliciosa
y
del calor de tus brazos.
No
fue tanta, la avalancha
de
pasiones y apetitos
como
hube vaticinado.
Si
acaso, alguna caricia
más
nostálgica que cierta
y
algún beso de cumplido
que
me supo a despedida.
No
quedaba en nuestros cuerpos
ninguna
deuda pendiente
ni
en las palabras, promesas,
ni
temblor en nuestras manos.
Solo
en el alma ceniza
donde
antaño hubiera fuego.
No
sonaron mil campanas
ni
cantaron ruiseñores.
No
fue igual, ni fue distinto
el
reencuentro deseado.
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