Encargué a mis carniceros de confianza (a ver si algún académico inventa el término "carniceres",
porque el masculino como generalizador plural cada vez me gusta menos aunque
sea el oficial; mis "carniceres" son carnicera y carnicero).
Pues eso, que encargué en la carnicería donde llevo comprando
desde que Caín y Abel cambiaron los dientes de leche, un par de rabos de
ternera para guisarlos hoy. Yo tengo
cierto problema de triturado estomacal con las carnes rojas, pero el rabo de
vacuno es una carne muy suave y gelatinosa (bendito
colágeno), se deshace prácticamente en la boca, y la puedo consumir sin
miedo a las indigestiones.
Ingredientes:
2 rabos de ternera (pueden
ser de buey o de toro también, aunque en casa nunca consumimos carne de toro de
lidia)
2 zanahorias
1 taza de guisantes frescos o congelados
1 puerro grande o dos pequeños
1 cebolla mediana
1 tomate pequeño, rallado y sin piel (Sirven también tres
cucharadas de salsa de tomate)
1 diente de ajo pelado
1 naranja (fría, de la nevera)
1 vaso de vino tinto, o bien medio vaso de brandy o coñac
1 cucharadita de clavos de olor
1 pizca de nuez moscada
2 hojas de laurel
1 cucharada de maicena
2 onzas de chocolate negro
Harina para rebozar
Aceite de oliva
sal y pimienta
Elaboración:
Salpimentamos los trozos de rabo y los doramos en aceite de
oliva. Los apartamos a un plato o un colador para que escurran.
Ponemos dos cucharadas de aceite en la cazuela donde vayamos a
guisar la carne (en la olla a presión
también se puede hacer) y rehogamos el puerro picado y la cebolla hasta que
adquieran un color tostado. Si vamos a pasar la salsa después, rehogaremos
también el resto de verduras (zanahoria y
guisantes).
En la cazuela o la olla exprés ponemos la carne, el vino (o el brandy), los clavos de olor, el
laurel, la nuez moscada, el diente de ajo, el tomate, un poco de sal y las
verduras rehogadas. Cubrimos con agua,
cerramos y dejamos guisar aproximadamente tres horas, o una si lo hacemos en
olla a presión. Iremos pinchando los trozos de vez en cuando, y cuando veamos
que la carne se desprende del hueso sin dificultad, está ya en su punto.
Apartaremos la carne a un recipiente y el caldo a otro,
cerraremos con su tapa y dejaremos templar. Por la noche guardaremos todo en la
nevera. Al día siguiente, quitaremos la capa de grasa blanca que se habrá
formado en la superficie del caldo solidificado, para tirarla.
Volveremos a poner ese caldo ya desgrasado en la cazuela y a
fuego suave hasta que licúe de nuevo. Si queremos la salsa triturada, este es
el momento de hacerlo. Si no, pondremos a hervir ahí la zanahoria pelada y
cortada en rodajas, y los guisantes. Tardarán más o menos diez minutos en estar
tiernos. Rectificamos de sal.
Exprimimos la naranja, y en el zumo frío disolvemos la cucharada
colmada de maicena.
En una taza de caldo del guiso bien caliente, disolvemos el
chocolate.
Volvemos a sumergir la carne, y a punto de ebullición pero con
fuego suave, y sin dejar de mover la
cazuela agarrándola de un asa, volcamos el zumo y el caldo chocolateado. La
salsa espesará y fluirán aromas deliciosos, doy fe. Apartaremos del fuego en
cuanto esté espesita, para que no se pegue al fondo.
Lo suelo servir con puré de patata, pero sirve cualquier tipo de
guarnición alternativa de hidrato (patatas fritas, guisadas o asadas, arroz
hervido, quinoa, lo que queráis).