Me tomo la licencia de tu boca;
la declaro manantial de mi
deseo;
reconforta cada poro que me
toca;
alimenta mi ansiedad y mi
desvelo,
y me provoca
recorrerla en amorosos
besuqueos.
Me tomo la licencia de tu pecho
que cálido me abriga cada noche,
alivia mi bienestar maltrecho
forjando amaneceres con mis noches,
y en mi derecho
lo abrazo con romántico
derroche.
Me tomo la licencia, en mi
locura
del amor que transformas en
palabras,
de tu verbo hecho pasión y
hecho dulzura;
promesas de perpetuidad sellada,
y si me apuras
me tomo la licencia de tu alma.
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