martes, 20 de septiembre de 2016

Licencia

Me tomo la licencia de tu boca;
la declaro manantial de mi deseo;
reconforta cada poro que me toca;
alimenta mi ansiedad y mi desvelo,
y me provoca
recorrerla en amorosos besuqueos.

Me tomo la licencia de tu pecho
que cálido me abriga cada noche,
alivia mi bienestar maltrecho
forjando amaneceres con mis noches,
y en mi derecho
lo abrazo con romántico derroche.

Me tomo la licencia, en mi locura
del amor que transformas en palabras,
de tu verbo hecho pasión y hecho dulzura;
promesas de perpetuidad sellada,
y si me apuras
me tomo la licencia de tu alma.



domingo, 18 de septiembre de 2016

Tarta de frutas




La masa base de esta tarta está sacada del libro que vino junto a la Thermomix, cuando la compré hace ya la intemerata de años.

Era una tarta de manzana, que hice en su día y que agradó mucho, aunque me encontré con que, en casa, seguían prefiriendo la tarta de manzana (valga la redundancia) clásica, de masa quebrada y crema pastelera, con las rodajas de reineta colocadas por encima y cubierta de mermelada de albaricoque.

Pero la masa de aquella receta tenía un sabor, para mí, delicioso, y no queriendo renunciar a ella, me dispuse a realizar una variación de la receta.

El resultado, genial. Primero, porque utilizo, cada vez que hago la tarta, una fruta distinta; un día fresas, otro día peras, otro día melón, y ayer, por ejemplo, kiwi. También he salido del brandy de la receta original y he probado con whisky (para la de pera), jerez dulce (para la de fresas), cava (para la de melón), y para la de kiwi, que es la que hoy traigo, probé con ron negro, quedando gratamente satisfecha con todos los resultados.

Al no llevar aquella tarta de manzana elemento húmedo ninguno (nata o cremas, o chocolate), probé también con embeberla, al final, (con ayuda de una jeringuilla) en un almíbar hecho con zumo de naranja, azúcar moreno y una ramita de canela. Quedó tan jugosa, sin llegar al empalago, que humedecerla ya forma parte del proceso, sea cual sea el relleno. Renuncié, por tanto, añadirle nada más, ya que me gusta, entre otras cosas, porque no es la típica tarta sumergida en nata o trufa que, sólo con verla, ya se empacha uno. Es dulce, se puede también enfriar en verano, pero no empalaga en exceso, lo que se agradece después de una comida copiosa.

Os invito a probar y variar; os aseguro que os va a gustar, tanto en cuanto, una vez memorizadas (o apuntadas) las cantidades, podéis aprovechar frutas de temporada, solas o mezcladas, buscar licores diferentes, añadir frutos secos, o cualquier elemento que se os pase por la imaginación.

¡Ah!! Otra cosa que me gustó de la receta original, y que respeto, es que el licor va en la propia masa, lo que le aporta su sabor particular, pero dada la cantidad que es (dos cucharadas para toda la tarta) y que se cuece a 180 grados, creo que los niños pueden comerla sin ningún peligro.

Vamos a ella. Os dejo los ingredientes de la de ayer, pero ya sabéis que podéis variar las frutas o el licor.

Para la tarta:

4 huevos

200 gramos de azúcar

180 gramos de mantequilla

270 gramos de harina

1 sobre de levadura química (no es necesario se usa harina leudante)

2 kiwis (Esta vez han sido dorados, pero pueden ser verdes)

2 Cucharadas soperas de ron negro.

Una pizca de sal



Para el almíbar:

El zumo de dos naranjas

3 cucharadas de azúcar integral (o blanco, si no tenéis, aunque a mi me gusta más con integral porque no camufla otros sabores)

Una rama de canela.

En la receta de Thermomix, como es lógico, se utiliza el robot. Pero yo he hecho la masa con unas varillas normales y, aunque da algo de trabajo, el resultado también es bueno.

Elaboración:
Calentar el horno a 180 grados, calor superior e inferior.
Pelar y cortar los kiwis en daditos.
Batir los huevos con el azúcar hasta que formen una pasta espesa y blanquecina. Ir añadiendo la mantequilla poco a poco, para que vaya integrándose, y posteriormente, el ron.
Mezclar en seco la harina con la levadura y la sal, e ir incorporándola a la masa con movimientos envolventes, sin batir, para que ésta no pierda esponjosidad.
Engrasar con mantequilla un molde para tarta (como véis, he usado una cazuela baja, que también sirve, porque las asas que tiene no se queman en el horno, y tienen unos agarradores de silicona muy útiles).
Volcar la masa sobre el molde, dando giros para que se extienda bien por todas partes, ya que es muy densa y tenderá a quedarse en el centro.
Después, dejar caer los daditos de kiwi sobre la masa, sin mezclarlos con ella. Esto tiene una explicación estética que después veréis.




Una vez que entre en el horno, la iremos observando, sin abrir la puerta, hasta que empiece a suceder ésto, señal de que el proceso va bien.




La masa empezará a subir, y los trocitos de fruta a hundirse en ella, y eso le dará una presencia muy apetecible a la tarta.


La sacaremos cuando esté doradita por encima, probando antes a pinchar en el centro con un palillo, que habrá de salir seco. La dejaremos templar en el exterior, para proceder a empaparla.

En una cazuelita pondremos a hervir el zumo de naranja, la canela y el azúcar integral. Retiraremos del fuego justo cuando rompa el hervor, y dejaremos enfriar también. Llenaremos una jeringuilla de almíbar, e iremos inyectándolo en la tarta. Yo suelo hacer los agujeritos más o menos equidistantes unos de otros, para que formen parte de la decoración.


La dejaremos enfriar en la nevera, aunque se puede tomar también templada.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Clandestinidad honrosa


Desde que llegué, ya me marchaba
a cada minuto que pasaba;
los abrazos que íbamos robando
el destino iría disipando.

Bienvenida de la despedida,
brotes de ternura desmedida,
pasiones que la distancia trunca
como siempre, amor, como nunca.

Recuerdo lágrimas de impotencia
caricias y manos temblorosas
vaticinadoras de tu ausencia,

y que fui crisálida llorosa
entregada a tu vehemencia
en la clandestinidad honrosa.






Pasión imposible

Te quiero.                                   
Te quiero en la boca
y quiero                                    
tus dedos, tu lengua, tu pecho,            
los quiero en la boca y espero                        
el fuego que en ella provocas.              


Te siento.
Te siento muy dentro
y siento
tus manos, tu cara, tu aliento,
los siento muy dentro y presiento
la pasión de nuestro encuentro.


Me rompes
Me rompes en vida
y rompes
mi equilibrio, mi paz, mi medida, 
me rompes en vida y corrompes
mi sueño en las noches perdidas.


Me pierdo.
Me pierdo en tu ruedo
y pierdo
la cordura, la dignidad, el miedo,
los pierdo en mi cuerpo y me remuerdo
porque tenerte no puedo.




El final de nuestra historia

Ya te fuiste de mí, ya te has marchado,
tu pasión persistirá en mi memoria.
Ya te amé, como tú ya me has amado;
llegamos al final de nuestra historia.

Abrimos, sin pudor, todas las puertas,
cruzamos lo prohibido y lo culpable,
yo te pido que nunca te arrepientas,
guardemos esa noche inolvidable.

Coronamos nuestra anhelada cumbre,
bebimos en océanos de fuego;
repetir, gran error, sería costumbre.

Será mejor no construir apego,
fue mejor sofocar toda la lumbre,
y es mejor un adiós, que un hasta luego.