sábado, 18 de abril de 2015

Magdalenas de leche y mantequilla

Va para todos:


Necesitamos:
Necesitamos (para una docena)

2 huevos
125 gramos de mantequilla (dejarla templar hasta temperatura ambiente antes de emplearla)
100 gramos de azúcar
100 gramos de leche
140 gramos de harina
Medio sobre de levadura química
Un pellizco de sal

Ni que decir tiene que, si queréis, podéis añadir alguna ralladura de cítrico que os apetezca (naranja, limón, mandarina), o un poco de esencia (vainilla, azahar, zumo). Pero tampoco es necesaria; la mantequilla ya aporta un sabor muy rico.
Estas magdalenas llenan bastante.

Batimos los huevos con el azúcar. Cuando la mezcla adquiera un color amarillo muy claro, añadimos la leche y la mantequilla, y seguimos batiendo. Una vez amalgamado, agregamos la harina, la levadura y el pellizco de sal.

Rellenamos los moldes en dos tercios de su capacidad.
Encendemos el horno, calor arriba y abajo, a 180 grados. Cuando llegue a la temperatura, introducimos la bandeja con los moldes rellenos. Cuando veamos que han subido, dejaremos solamente calor abajo. Cuando el copete se abra (veréis que en la foto tienen una grietecita) esperaremos cinco minutos, abriremos el horno, y pincharemos una magdalena con un cuchillo fino o una aguja o brocheta. Si sale húmedo, es que aún le falta un poco de horneado. Si sale seco, ya están listas.


lunes, 13 de abril de 2015

En un renglón

Te conocí en un renglón y sentí
mil vibraciones
anunciando aquél cariño que nació
entre ilusiones.

Te conocí en un renglón y sentí
mil emociones
y algo dentro de mi pecho manó
a borbotones.

Te conocí en un renglón y sentí
mil sensaciones
y la amistad entre ambos buscó
sendos rincones.

Te conocí en un renglón y sentí
mil bendiciones
que nuestra complicidad entonó
en mil canciones.

Te conocí en un renglón y sentí
mil predicciones
y en un lazo, el futuro nos unió
los corazones.

Viuda negra

-Decidido, me caso.
-¿Qué? ¿otra vez?
-Sí, otra vez. La semana que viene.
-¡Apenas lo conociste, Belinda!
-¿Y qué?
Oh, mi espejo me tomó odio, ¿lo ves? ¿Qué hago con estos pelos, estas tetas, este culo, esta barriga?
-Recién enviudaste hace dos meses. ¿No decías que era el amorrrrr de tu vida?
-No tengo tiempo de ponerme a dieta, ni de ir a la peluquería. Tendré que llevarlos puestos a la boda.
Lo único que he exigido a los amores de mi vida, Laura, es que estén vivos. No pretenderás que me enamore de un muerto, ¿eh?
¡Ah! Y que sean aficionados a buscar setas, claro.
-Por Dios, un poco de reflexión. ¡te has casado ya tres veces! ¡Me has hecho tres veces cómplice de... de...!!
-... y serán cuatro, hermanita.
-¿Serás capaz de hacerlo de nuevo?
-Claro. Nos beneficia, ¿no?
-Estás matando sistemáticamente a todos tus maridos. Y yo lo estoy ocultando por librarte de la prisión. Deberías parar alguna vez, digo.
-Creo que para este enlace me tintaré la melena de platino. Nunca me he casado de rubia, ¿qué te parece?
-¿Me estas escuchando?
-Sí, Laura, te estoy escuchando, y mientes. No lo ocultas por amor a mí, sino porque yo te lo compenso cuando heredo. ¿O no? Te estoy comprando el silencio, y a ti te encanta que lo haga. Te recuerdo, de todas maneras, que tú también te estás librando de una buena, callando como callas.
-Belinda, sé honesta. ¿Tú te enamoras?
-¡No me ofendas!
-¡Belinda!
-¡Por supuesto, Laura! ¡Yo no me casaría con cualquiera! El roce hace el cariño. Y… a la fuerza ahorcan. ¡No me mires así!
-Los terminas matando, Belinda. Te deshaces de ellos. Eso no tiene más que un nombre. Eres una viuda negra, hermana.
-Mira, hermanita, no me vengas ahora con acusaciones novelescas. Ese oficio que dices es muy complicado, ¡y muy ingrato! No es nada fácil buscar la seta apropiada en cada ocasión. No puedo usar siempre las mismas, ¡me descubrirían! ¿No lo entiendes? ¡Tiene que parecer un accidente! Y me cuesta actuar, disimular, fingir… Me paso horas y horas estudiando micología forense. Hay setas que matan entre dolores atroces. No me gusta que mis hombres sufran; he de escoger bien. Y tú, ¿Tú qué haces? Tú no haces nada. Solamente me encubres, y vienes a por tu remuneración.
-Si tanto los quieres, Belinda, ¿por qué lo haces?
-Hermanita… Ven. Siéntate, ven aquí, anda, ven.
Aún eres muy joven para entenderlo, nunca has tenido pareja. Y tampoco te veo con ganas de tenerla. Te pasas la vida viajando, así no sentarás cabeza jamás.
Escucha, Laura, cielo. Los hombres son como detergentes para la ropa. ¿Sabes?
Por muy satisfecha que puedas estar con uno, siempre hay que renunciar a él, para buscar otro mejor…

viernes, 3 de abril de 2015

Potaje de Semana Santa

No podía faltar. 
Imagino que estilos de potaje hay tantos como estilos de tortilla de patata. Yo os dejo la receta que hemos hecho toda la vida en casa, en Semana Santa.
Que disfrutéis este viernes Santo, familia.

Necesitamos (para cuatro personas con apetito)

200 gramos de garbanzos
200 gramos de alubia blanca pequeña
1 cebolla pelada y picada
Unas hebras de azafrán
Tres hojas de laurel
Una pizca de pimentón dulce
Dos cucharadas de aceite de oliva
Un tomate pelado y rallado, o dos cucharadas de tomate frito o triturado
Dos dientes de ajo
Medio kilo de almejas o berberechos
Medio kilo de bacalao. Es preferible la parte de la oreja, ya que da más sabor al caldo
Medio kilo de espinacas frescas, o en su defecto, un frasco de espinacas en conserva, o un paquete de espinacas congeladas. Se necesitan hervidas y picadas para esta receta.
Cuatro patatas medianas
Elaboración:
Primero desalamos el bacalao durante dos días, poniéndolo en remojo, y cambiando el agua cada doce horas más o menos.
La noche previa, ponemos también en remojo las judías blancas y los garbanzos, en recipientes independientes.
Una vez desalado, hacemos un caldo con él. Lo sumergimos en agua fría, y una vez que empiece a hervir, calculamos diez minutos, y lo apartamos.
En ese mismo caldo abriremos las almejas (o los berberechos). Conviene, previamente, que los tengamos sumergidos en agua con un puñado de sal gorda, para que suelten la arenilla que puedan haber guardado.



En una cazuela grande, colocamos las alubias blancas con dos vasos de agua fría y dos hojas de laurel. Encendemos el fuego. Cuando esté a punto de hervir, añadimos el caldo del pescado y los garbanzos. Rectificamos de sal. Al empezar la cocción, comenzará a salir espuma en la superficie. Bajaremos entonces el fuego, para que hierva despacio, e iremos retirando la espuma con la ayuda de una espumadera y una cuchara.



Mientras se va haciendo la legumbre, vamos preparando los pasos siguientes.
Picamos la cebolla y el ajo, así como las espinacas. Cortamos las patatas en trozos grandecitos (no debe ser un corte limpio, hay que hacerlas restallar tirando con el cuchillo hacia arriba al hincarlo). Picamos también los huevos cocidos. Y desmigamos el bacalao, eliminando la piel y las espinas.



En una sartén pequeña disponemos una cucharada de aceite y freímos el ajo con las hebras de azafrán. Volcamos todo en el mortero, y majamos.  Una vez que haya quedado reducido a una pasta, lo mezclamos con el tomate y un poco de caldo de la cocción de la legumbre.



En la misma sartén, y con la cotra cucharada de aceite, sofreímos la cebolla hasta que esté transparente. Añadimos el pimentón, damos dos vueltas de cuchara, y volcamos el contenido del mortero.



Miramos cómo va la legumbre. Sacamos una alubia y un garbanzo y lo aplastamos con un tenedor. Tiene que estar tierno, pero ofrecer un poco de resistencia todavía, jeje.
Es el momento de añadir la mezcla de la sartén y las patatas, para que se cuezan y termine de hacerse la legumbre.



Una vez que ya esté hecho, añadiremos las espinacas, los huevos picados, las almejas y el bacalao desmigado.
Pues eso, buen provecho